jueves, 15 de enero de 2009

DIARIO DE UNA MAESTRA ONLINE

JUGAR ES APRENDER (I)

Ayer recordé dos juegos de mi infancia. Uno lo hacíamos en primavera. En un gran prado, había un pequeño hondón, y el juego consistía en expulsar al resto de los chicos y chicas del mismo. Valían toda clase de llaves, empujones y artimañas con tal de conseguir el objetivo.
Reconozco que no era un juego del todo apropiado para unas niñas, pero entonces no había más remedio que jugar en la igualdad si querías compartir el tiempo con los demás en la calle. Y allí con la frescura de la hierba, jugábamos todos, incluso los más pequeños. A éstos resultaba más fácil sacarlos del hondón.
Invariablemente ganaba el más fuerte o el más bruto. Pero aprendíamos ciertas artimañas para contrarrestar la inferior fuerza. La única regla de prohibición era no hacer daño. Estaba prohibido hacer daño. Claro que el límite del dolor cada uno lo establecía en un punto. De tal manera que si era demasiado cercano a ojos de los demás eras poco menos que un enclenque, y llorar, el límite máximo que podías tolerar. Pocos eran los que lloraban, pues significaba reconocer nuestra inferioridad con respecto a los demás, y además cargarías con la etiqueta de llorica durante una buena temporada. Y eso era algo a lo que no estábamos entonces dispuestos ninguno, ni siquiera las chicas.
El recuerdo del juego es nítido, preciso. Casi me duele todavía. Pero pensando fríamente, no se podía prolongar en el tiempo más allá de unos pocos días, los que tardaba en perder su frescura la hierba. Cuando ésta se secaba dejaba de apetecer jugar en el hondón y cambiábamos de juego, a otros muchos que no han dejado igual huella en mi memoria. Así éramos los niños. Así siguen siendo. Juegan con pasión a algo, por lo que en poco tiempo dejan de sentir interés. Pero el recuerdo de algún juego en concreto puede perdurar en el tiempo casi durante toda la vida. Es más, si hacemos un esfuerzo y nos dejamos acompañar de otros chicos y chicas de nuestra época, terminamos recordando todos los juegos y sus reglas que practicamos durante nuestras infancias. Llegamos a vivificar las sensaciones de entonces, incluidos los rencores hacia nuestros enemigos de juegos.
Lo aprendido por experimentado y vivido es difícilmente olvidado, podríamos explicar. Así en el aprendizaje, debemos intentar imitar la forma de acompañar en la enseñanza. Como si de un juego se tratase.